BIODIVERSIDAD AGRARIA

Desde los inicios de la agricultura, los seres humanos guardaban sus propias semillas, bien para su consumo, bien para poder cultivar las diferentes variedades la siguiente temporada. Así, con el paso de los siglos, cada región, comarca o rincón del mundo ha ido seleccionando y mejorando variedades aprovechables (alimentos, forraje, textiles, tinturas, construcciones, etc.) que estaban perfectamente adaptadas a su entorno, a su suelo, a sus heladas, a sus días de viento, a sus precipitaciones, y a las necesidades de quienes las cultivaban. Se trataba de variedades rústicas, muy resistentes a plagas y enfermedades, y que se podían conservar hasta el año siguiente sin demasiados problemas. El mantenimiento de estas semillas ha sido muy importante para los sistemas agrarios por su supervivencia.

La agricultura moderna, química, industrializada, o cómo se quiera denominar, provoca la rotura de estas prácticas y pone en peligro la conservación de estas semillas. La supremacía de los intereses económicos de algunas empresas hacia los intereses de las naciones, y la implantación de legislaciones internacionales y nacionales (patentes, etc.) que penalizan a los conservadores tradicionales de material genético suponen una pérdida de biodiversidad importante. Las empresas que se han enriquecido a expensas del sector agrario, con fertilizantes, insecticidas y medicamentos, han presionado en los gobiernos correspondientes para que se crean patentes sobre formas de vida. Se puede hacer agricultura sin sus fertilizantes químicos, sin sus insectidas, pero a buen seguro saben que si nos prohíben utilizar e intercambiar semillas tradicionales, su negocio será incluso todavía más rentable. Ahora quieren restringir más la movilidad de los agricultores y las agricultoras. Cuidar, reproducir e intercambiar semillas es ya un delito. Ya no se escapa nadie.

Es necesario actuar para combatir esta tiranía que desprecia a los agricultores y agricultoras que los han suministrado la materia delgada para su investigación, que destruye sin ningún escrúpulo ecosistemas naturales muy valiosos, y que provoca la erosión de los suelos agrícolas y naturales, sin preocuparlos lo más mínimo. Los sistemas productivos agrarios no deben de estar bajo el control de estas empresas depredadoras de la cultura y del entorno. No hablamos sólo de una conservación tan sólo por intereses botánicos, se trata de una necesidad social de volver la soberanía de los recursos a la población en general.

Estas variedades tradicionales suponen una riqueza inestimable que junto con los conocimientos que los labriegos tienen hacia sus ciclos y sus técnicas de cultivo, proporcionan un tesoro que debe de ser conservado y mejorado para así garantizar la seguridad alimentaria, el equilibrio ecológico y la riqueza culinaria que a todos nos interesa. Hay que pensar que variedades que ahora no parecen útiles, pueden serlo en cualquier momento futuro y que nuestro trabajo tiene que ir dirigido a evitar la simplificación de los ecosistemas agrarios, y su pérdida de estabilidad ecológica.

La diversidad vegetal puede disminuir por muchas causas, entre las cuales destacamos las siguientes:

  • Sustitución por variedades mejoradas que son pedidas por las grandes plataformas alimentarias (no por los consumidores).
  • Cambio del modelo agrícola, que a la actualidad se ha tecnificado, homogeneizándose.
  • Grandes monocultivos, grandes empresas productoras, desplazamiento del labriego tradicional.
  • Alta contaminación ambiental que provoca la sustitución por especies mejoradas por estas industrias, debido a que todo el tejido de desarrollo y mejora de entonces que los labriegos habían mantés a lo largo de los siglos se ha despedazado.

Al haberse perdido tanta diversidad genética, nuestros sistemas naturales, no sólo los agrarios, se encuentran a una situación de alta vulnerabilidad. Nos encontramos a una situación en la cual habrá menos capacidad de respuesta ante un acontecimiento ecológico inesperado.